Oaxaca.- Rasca, hurga, rasga bolsas. Empuja cajas de medicinas, hace a un lado restos de animales y alimentos, encuentra una muñeca de plástico; en otro montón, dos latas de aluminio.
Rasca, hurga, rasga. Por momentos se limpia la frente y la nariz con las mismas manos arrugadas, surcadas por 75 años, y sin guantes. Se enjuga también las lágrimas, mientras narra su calvario.
Doña Julia tiene más de 30 años de acudir al tiradero de basura del mercado de abasto en busca de sustento. Su drama: 10 hijos, cinco de ellos fallecidos, uno fue policía; marido que murió en el alcoholismo. La basura su único medio para sobrevivir.
Sólo que ayer hubo mayores oportunidades. El cierre del depósito municipal ubicado en la Villa de Zaachila, generó que se hayan acumulado al menos 50 toneladas de basura. Filón de oro para encontrar algo qué vender después. Aunque hay material prohibido.
Toneladas hedientas
De acuerdo con la autoridad de Oaxaca de Juárez, desde el pasado lunes, debido a una inconformidad de trabajadores del tiradero ubicado en jurisdicción de Zaachila, se frenó la recolección de desechos en toda la capital.
No obstante, según los trabajadores y comerciantes de la zona del Mercado de Abasto, principalmente de la colonia Cosijoeza, desde el pasado jueves dejaron de acudir los camiones recolectores.
“No sabemos qué pasó; unos dicen que están descompuestos, otros dicen que no hay suficientes camiones”, dice un obrero que trabaja en la recolección de desechos del mercado, donde existen unos 15 mil comerciantes.
En la zona, ubicada en la calle de Cosijopí, colindante con Nuño del Mercado y Diagonal de Mercaderes, hay cientos de negocios, en su mayoría de venta al menudeo. Frente al montón de desechos también hay edificios de hasta cuatro niveles, que albergan una marisquería, varias tiendas de abarrotes, restaurantes, mueblerías y casas de empeño.
Lo circundan además pequeños locales de comida, queso, quesillo, frutas y verduras.
Lágrimas y penas
Ahí se desenvuelve la historia de doña Julia. Apenas se le pregunta su vida, se le nublan sus ojos. Le duelen sus hijos, le duele la vida, le duelen las ausencias. Aún recuerda a su marido, fallecido hace 20 años, que la golpeaba y humillaba, borracho y en juicio.
De cinco sobrevivientes, cuida ahora a un adulto, al que dejó su mujer y por el que tiene que trabajar en la recolección. Rasca, rasga, rompe bolsas.
Pisa alimentos, platos y vasos de unicel; busca latas de aluminio, principalmente; encontró una muñeca de plástico y una diadema; los echa a su morral al hombro.
Una raída gorra le cubre del sol. Un mandil y zapatos de tela sencilla intentan cubrirle de potenciales enfermedades. Eso a ella poco le importa.
Es diabética. Viene de la colonia Linda Vista, por Santa Rosa Panzacola. Toma camiones, camina, pide a veces limosna para completar para el pasaje.
Le duelen sus hijos. Uno se fue al “norte” (Estados Unidos), donde falleció y no volvió a saber más de él.
Su Juan Salomón García, “era muy rebelde, era especial; se me estaba echando a perder, pero un día se metió a policía y se fue a Juquila… el año pasado lo mataron”, cuenta con ojos nublados.
No para en la recolección. Hurga, rompe bolsas; se limpia el sudor, se limpia las lágrimas. Mujer fuerte pese a la edad y a la enfermedad. Salomón García se llamó su marido; lo llora también, pese a la violencia que vivió.
“Pues qué le vamos a hacer; no me queda de otra, no vengo diario pero acá llevo más de 30 años; cuando menos saco para comer”.
En el tiradero tiene muchas prohibiciones: sólo puede recoger botes de aluminio, no envases de plástico y de cartón. Eso lo aprovechan los trabajadores del ayuntamiento.
Pasadas unas horas, carga el morral al hombro. Acaso cinco latas de aluminio, una muñeca, y muchas lágrimas lo llenan.
fuente http://www.nvinoticias.com/