La canonización es un proceso para el que la Iglesia católica dispone de una maquinaria burocrática compleja, pero bien engrasada. Tanto, que algunos se refieren a ella como «una fábrica de santos».
Por ese proceso pasó Juan Pablo II, Juan XXIII y -con variaciones en función de las épocas y los casos- los miles de santos reconocidos por el Vaticano.
La Congregación para las Causas de los Santos es la encargada de «regular el ejercicio del culto divino y de estudiar las causas de los santos».
Por este «ministerio de la santidad» –dirigido por el cardenal Angelo Amato- pasan los candidatos a la canonización.
Sin embargo, es el Papa quien tiene la última palabra, el único con poder para decretar la santidad. Y en las últimas décadas, este poder se ha ejercido cada vez con mayor asiduidad.
Durante su pontificado, Juan Pablo II nombró a más 480 santos, más de cuatro veces los canonizados por el resto de pontífices del siglo XX juntos.
fuente msn.com