SAN ANTONIO HUITEPEC, Zaachila, Oax.-La ilusión de lograr un mejor porvenir en los Estados Unidos, llevó a un grupo de 8 jóvenes de esta población a vivir una tragedia en la Unión Americana.
En su aventura por cruzar el desierto de Arizona, uno de ellos, Juan Carlos Santiago Caballero, conocido como “El Gordo”, murió presuntamente por insolación.
Sin importar perder toda oportunidad de alcanzar su meta, los jóvenes se mantuvieron unidos y decidieron no abandonar el cuerpo de su paisano.
Solicitar apoyo al “911” implicaba delatarse y ser detenidos. Los oaxaqueños no lo pensaron y decidieron afrontar las consecuencias: ser deportados y ahora, ya en su población de origen, esperan que el cuerpo de su paisano sea repatriado para darle cristiana sepultura.
LA PARTIDA
El domicilio de Gil Santiago Julián y Eustolia Caballero Santiago se encuentra a la entrada de esta población. Desde el lunes 22 de julio, fecha en que les confirmaron la muerte de su hijo Juan Carlos, designaron un cuarto para preparar velar su cuerpo.
“Han sido días de mucha incertidumbre. Primero el dolor por la muerte de nuestro hijo y ahora, la angustia de no saber cuándo lo vamos a tener de regreso en la casa para hacerle un funeral, sepultarlo y que descanse en paz”, dice entre llanto Gil Santiago, un hombre de poco más de 40 años.
El dolor y angustia se respira en el ambiente del domicilio. Eustolia, la madre, rompe en llanto al recordar que hoy—07 de agosto—Juan Carlos cumpliría 18 años.
“Mi hijo, porqué Dios mío?, porqué tuvo que morir tan lejos?”, se logró entender entre llanto.
El matrimonio es entonces reconfortado por Laurencio Santiago, familiar y compadre de ambos, quien no se ha separado del hogar desde que se conoció la tragedia.
“La tragedia de Juan Carlos nos ha unido aún más. Somos familia y por eso nos apoyamos, pero la desgracia la siente todo el pueblo, porque acá tenemos muchos paisanos que están en los Estados Unidos y sólo ellos saben todo lo que se sufre”, menciona.
LA PARTIDA
El domicilio de Gil Santiago Julián y Eustolia Caballero Santiago se encuentra a la entrada de esta población. Desde el lunes 22 de julio, fecha en que les confirmaron la muerte de su hijo Juan Carlos, designaron un cuarto para preparar velar su cuerpo.
“Han sido días de mucha incertidumbre. Primero el dolor por la muerte de nuestro hijo y ahora, la angustia de no saber cuándo lo vamos a tener de regreso en la casa para hacerle un funeral, sepultarlo y que descanse en paz”, dice entre llanto Gil Santiago, un hombre de poco más de 40 años.
El dolor y angustia se respira en el ambiente del domicilio. Eustolia, la madre, rompe en llanto al recordar que hoy—07 de agosto—Juan Carlos cumpliría 18 años.
“Mi hijo, porqué Dios mío?, porqué tuvo que morir tan lejos?”, se logró entender entre llanto.
El matrimonio es entonces reconfortado por Laurencio Santiago, familiar y compadre de ambos, quien no se ha separado del hogar desde que se conoció la tragedia.
“La tragedia de Juan Carlos nos ha unido aún más. Somos familia y por eso nos apoyamos, pero la desgracia la siente todo el pueblo, porque acá tenemos muchos paisanos que están en los Estados Unidos y sólo ellos saben todo lo que se sufre”, menciona.
UN NUDO EN LA GARGANTA
Juan Carlos inició su aventura el miércoles 10 de julio. Platicaba con su hermano mayor, quien desde hace casi dos años se encuentra en los Estados Unidos.
Este fue el plan: viajaría a los Estados Unidos con otros 7 y allá se encontraría con su hermano. Por eso, su familia tenía la seguridad de que todo saldría bien.
Minutos antes de salir de su humilde vivienda, Juan Carlos decidió despedirse de su hermano de sólo 1 año y medio de edad.
“Nos sorprendió mucho ese momento. Juan Carlos ya se había despedido de todos nosotros, se veía alegre porque a más tarde en una semana se encontraría con su hermano allá en los Estados Unidos, pero de pronto, se metió al cuarto y abrazó a su hermanito”.
“Empezó a despedirse de él, pero de pronto, comenzó a llorar amargamente, no sabíamos porqué, cuando dejó de llorar, le dijo a su hermano que se iba para poder juntar dinero y cuando fuera grande no le faltara nada, que él le compraría los mejores juguetes”, recuerda la madre.
SAN ANTONIO HUITEPEC, Zaachila, Oax.-La ilusión de lograr un mejor porvenir en los Estados Unidos, llevó a un grupo de 8 jóvenes de esta población a vivir una tragedia en la Unión Americana.
En su aventura por cruzar el desierto de Arizona, uno de ellos, Juan Carlos Santiago Caballero, conocido como “El Gordo”, murió presuntamente por insolación.
Sin importar perder toda oportunidad de alcanzar su meta, los jóvenes se mantuvieron unidos y decidieron no abandonar el cuerpo de su paisano.
Solicitar apoyo al “911” implicaba delatarse y ser detenidos. Los oaxaqueños no lo pensaron y decidieron afrontar las consecuencias: ser deportados y ahora, ya en su población de origen, esperan que el cuerpo de su paisano sea repatriado para darle cristiana sepultura.
LA PARTIDA
El domicilio de Gil Santiago Julián y Eustolia Caballero Santiago se encuentra a la entrada de esta población. Desde el lunes 22 de julio, fecha en que les confirmaron la muerte de su hijo Juan Carlos, designaron un cuarto para preparar velar su cuerpo.
“Han sido días de mucha incertidumbre. Primero el dolor por la muerte de nuestro hijo y ahora, la angustia de no saber cuándo lo vamos a tener de regreso en la casa para hacerle un funeral, sepultarlo y que descanse en paz”, dice entre llanto Gil Santiago, un hombre de poco más de 40 años.
El dolor y angustia se respira en el ambiente del domicilio. Eustolia, la madre, rompe en llanto al recordar que hoy—07 de agosto—Juan Carlos cumpliría 18 años.
“Mi hijo, porqué Dios mío?, porqué tuvo que morir tan lejos?”, se logró entender entre llanto.
El matrimonio es entonces reconfortado por Laurencio Santiago, familiar y compadre de ambos, quien no se ha separado del hogar desde que se conoció la tragedia.
“La tragedia de Juan Carlos nos ha unido aún más. Somos familia y por eso nos apoyamos, pero la desgracia la siente todo el pueblo, porque acá tenemos muchos paisanos que están en los Estados Unidos y sólo ellos saben todo lo que se sufre”, menciona.
UN NUDO EN LA GARGANTA
Juan Carlos inició su aventura el miércoles 10 de julio. Platicaba con su hermano mayor, quien desde hace casi dos años se encuentra en los Estados Unidos.
Este fue el plan: viajaría a los Estados Unidos con otros 7 y allá se encontraría con su hermano. Por eso, su familia tenía la seguridad de que todo saldría bien.
Minutos antes de salir de su humilde vivienda, Juan Carlos decidió despedirse de su hermano de sólo 1 año y medio de edad.
“Nos sorprendió mucho ese momento. Juan Carlos ya se había despedido de todos nosotros, se veía alegre porque a más tarde en una semana se encontraría con su hermano allá en los Estados Unidos, pero de pronto, se metió al cuarto y abrazó a su hermanito”.
“Empezó a despedirse de él, pero de pronto, comenzó a llorar amargamente, no sabíamos porqué, cuando dejó de llorar, le dijo a su hermano que se iba para poder juntar dinero y cuando fuera grande no le faltara nada, que él le compraría los mejores juguetes”, recuerda la madre.
Juan Carlos presentía algo, “porque el adiós a su pequeño hermano no fue como cualquiera, sino en realidad fue una despedida”, relatan.
Y así, con una pequeña mochila al hombro, Juan Carlos salió de su vivienda con la ilusión de encontrarse con su hermano y lograr el sueño americano.
PRESA DE LA MIGRACIÓN
Para el síndico municipal de este lugar, Artemio Caballero García, la alta marginación y falta de fuentes de empleo han orillado al menos a 400 de sus paisanos a salir de la población y viajar a los Estados Unidos para lograr un mejor porvenir para sus familias.
Además de las 400 personas que radican actualmente en los Estados Unidos, da cuanta de 150 nativos de este lugar que laboran en la frontera de México con ese país, principalmente en Ensenada, Baja California.
“Las construcciones que ven en el pueblo son producto del trabajo de nuestros paisanos que están en los Estados Unidos, son producto de un trabajo honrado por el que han arriesgado la vida para llegar”, subraya.
NULO APOYO DEL GOBIERNO
Gil Santiago Julián agradece el apoyo que le brindó el departamento jurídico de la delegación de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) a cargo de Joaquín Antonio Ogarrio, quien le apoyó en todos los trámites para enviarlos al Consulado de México en Arizona y agilizar el traslado del cuerpo.
“A través de mi hijo mayor y un sobrino, que acudieron al Consulado de México en Arizona, se está trabajando en los trámites, así como de Ogarrio, quien se comunicó de manera directa con los representantes del consulado, Jerónimo García y Adriana Mendivit, ellos han apoyado desde los Estados Unidos”, relata.
En los trámites, también ha participado la autoridad municipal, quien se encargó de enviar las constancias de origen y vecindad, así como confirmar el parentesco de Gil Santiago con el de su hijo Juan Carlos.
“No puedo decir lo mismo del Instituto Oaxaqueño de Atención al Migrante (IOAM), a donde llegué en busca de apoyo para trasladar el cuerpo de mi hijo hasta mi pueblo”, denuncia.
“En ese lugar fueron muy claros, me dijeron que ahí no podían apoyarme económicamente, sólo me darían asesoría, pero entonces, ¿cuál es su trabajo?, se supone que son parte del gobierno del estado y en estos casos es cuando uno más los necesita”, dice molesto.
El diputado electo, Manuel García Díaz, se comunicó con ellos para brindar respaldo. Fue éste quien contrató una funeraria para que realice el traslado del cuerpo, una vez que llegue vía aérea al aeropuerto del Distrito Federal.
Preparan funeral
En el domicilio, Gil y Eustolia han designado un cuarto para preparar los funerales de su hijo Juan Carlos. Ese lugar predomina el olor a copal, el cual se mezcla con el ambiente de tristeza de los padres y hermanos del joven que decidió buscar un mejor futuro.
En el cuarto han colocado fotos y algunas pertenencias de Juan Carlos. Gil toma un pequeño carrito de plástico y recuerda que ese era el favorito de su hijo, pues lo había conservado por muchos años y aún en su despedida, pidió que lo cuidaran.
Con su dolor a cuestas, el matrimonio solicita que el consulado Mexicano en Arizona agilice los trámites para que el cuerpo de su hijo no tarde más y puedan sepultarlo.
“Hoy cumplimos 20 días de angustia, de dolor por haber perdido a nuestro hijo y no haber estado a su lado”, dicen en un mar de llanto.
No abandonaron a su paisano
Raúl y Ponciano, son dos de las 8 personas de esta población que viajaban con Juan Carlos por el desierto de Arizona.
En su mente sigue vivo el momento en que “El Gordo” comenzó a desvanecerse. A todos les sorprendió, porque ese jueves 18 habían descansado todo la mañana. Para ese momento, cumplían dos días de caminar por el desierto.
“Todos teníamos agua suficiente, suero y algodones mojados con alcohol, ya que así nos había recomendado el guía”, relatan.
Para Raúl era la segunda ocasión que intentaba llegar a los Estados Unidos. En la primera fue detenido por la policía fronteriza y llevado a prisión por seis meses.
Esa ocasión le advirtieron que si era detenido en menos de tres años, estaría en prisión un año.
Pero cuando observaron que Juan Carlos se desvaneció y quedó sin fuerzas, el guía les dijo que era el momento de decidir. “Quiénes de ustedes siguen, el viaje, porque voy a llamar al 911 para que auxilien al vato y nos van a detener”, fue la pregunta.
En ese momento todos se unieron y acordaron no abandonar a su paisano. Estuvieron con él hasta cerca de la medianoche, ya que la migra tardó casi 7 horas en localizarlos en el desierto.
Solo así fueron separados del cuerpo y llevados a prisión por ser indocumentados. Raúl tuvo suerte
que en ese momento no fue presentado ante el Juez Migratorio y lo deportaron de inmediato a México.
Los demás, también fueron deportados a Ciudad Victoria Tamaulipas y el viernes 26 todos ya estaban de regreso en su pueblo.
Ahora, siguen unidos y esperan el cuerpo de Juan Carlos, para llevarlo a su tumba.