Raquel, originaria de Jalisco, fue violada a los 17 años por un guardia de seguridad del condominio donde vivían sus primos. Ahora, con 30 años, dice: “Aún siento temor de que me vaya a pasar otra vez”. Como ella, aproximadamente 112,000 mujeres son violadas sexualmente cada año (equivalente una cada 4.6 minutos), y la mayoría de los agresores quedan impunes, según especialistas.
Raquel (los nombres han sido cambiados para proteger a la sobreviviente de la violación y a sus familiares) tiene epilepsia —un trastorno neurológico que se manifiesta en convulsiones recurrentes— y su capacidad cognitiva es equivalente a la de una persona de siete años.
El día del ataque el violador la amenazó con lastimar a su familia si lo delataba. Sin embargo, la familia de Raquel presentó una denuncia ante el Ministerio Público.
“Le hicieron unos estudios médicos muy humillantes y concluyeron que fue violación”, dice Araceli, la madre de la joven.
En 2012 se presentaron 14,050 denuncias por violación ante los Ministerios Públicos de la Procuraduría General de la República en México.
De las 14,829 denuncias por violación sexual presentadas en 2009 en el país, sólo hubo 3,462 enjuiciamientos y 2,795 sentencias condenatorias por ese delito, según el informe que presentó Amnistía Internacional (AI) en 2012 ante la Organización de las Naciones Unidas, y que integra los datos más recientes disponibles. Es decir, por cada 10 denuncias de violación sexual hubo 2.3 juicios por este delito en ese año en México. (Estos casos en estas tres instancias pueden o no ser los mismos o estar relacionados.)
Pero la cifra negra es mucho mayor. «Podemos decir que hay mucho más de 112,000 violaciones al año. Esta cifra la tomamos con base en los estudios de inseguridad que indican que por cada delito denunciado hay ocho que no se revelan», dice Pablo Navarrete, coordinador de asuntos jurídicos del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres).
De estos datos se deduce que solo en uno de cada 21 casos de violación los autores del crimen son condenados, resume Daniel Zapico coordinador de movilización e impacto de AI México.
Las consecuencias para Raquel
Raquel se embarazó como consecuencia del ataque. Entre 7 y 26 de cada 100 violaciones provocan un embarazo, según el Informe Nacional sobre la Violencia y la Salud en México, elaborado por la organización civil Ipas Salud.
Los medicamentos anticonvulsionantes que tomaba para controlar los ataques complicaban el embarazo. “El neurólogo decía que mi hija podría morir y que el bebé no nacería bien. Me insistió que pidiera ayuda (para abortar)”, dice Araceli.
Los médicos de un hospital público tenían orden del Ministerio Público para realizar el aborto, pero se apegaron a su derecho de no practicarlo por el código deontológico de usar la profesión para salvar vidas. «El agente del Ministerio Público me dijo que era posible un aborto legal porque mi hija sufrió violación y porque tenía retraso mental, pero nadie se lo haría. Se estaban contradiciendo», dice Araceli.
La Norma Oficial Mexicana 046, en vigor desde 2005, estipula que en caso de violación, «las instituciones prestadoras de servicios de atención médica deberán (…) ofrecer de inmediato y hasta en un máximo de 120 horas después de ocurrido el evento, la anticoncepción de emergencia” y están obligadas a «prestar servicios de aborto médico».
Cuando Raquel tenía tres meses de embarazo, tuvo un aborto espontáneo. Pero los daños psicológicos no desaparecieron tan pronto. «Todavía llora mucho en las noches”, dice Araceli.
Las secuelas psicológicas
A lo largo de la vida, la prevalencia de la violencia sexual contra las mujeres es de 17.3%, lo que significa que una de cada seis usuarias sufre este tipo de agresión, según los resultados de la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres publicados en 2003 por el Instituto Nacional de Salud Pública.
El 7.6% las encuestadas reportó abuso sexual en la infancia (antes de los 15 años), según el documento.
La violencia sexual puede desencadenar trastornos mentales como depresión síndrome de estrés postraumático (TEPT), trastornos de personalidad, aislamiento, cambios de humor y evasión de la realidad, narra Laura Teresa Flores González, maestra en educación de la sexualidad humana y pareja sexual en Instituto de Estudios Sexuales de España.
«Muchas de las víctimas intentan suicidarse y comienzan por autoagredirse, más si el agresor es repetitivo», agrega.
La violación con mayor violencia deja lesiones en los órganos sexuales y un profundo trauma psicológico con repercusiones en la vida sexual, como los recuerdos involuntarios típicos del TEPT. «Las sobrevivientes, al estar en un evento erótico posterior, muchas veces recuerdan [el ataque] y no pueden entregarse o vivir plenamente una relación», comenta Flores González.
La terapia psicológica cognitiva conductual ayuda a la sobreviviente de violación a modificar las estructuras de pensamiento y darle un nuevo significado al hecho, para convertirlo en algo no doloroso, explica. Las pacientes pueden mejorar en un periodo de entre uno y tres años, dependiendo de la persona y la situación que vivió, detalla la especialista.
Los familiares, principales agresores
El 13.7% del total de mujeres que fueron obligadas a tener relaciones sexuales alguna vez en su vida en México dijo que el ataque ocurrió cuando eran menores de 10 años y el 65%, entre los 10 y 20 años de edad, según el informe de Ipas Salud.
El 70% de los agresores son familiares que abusan de ellas en el hogar; el padre en 7.2% de los casos; el padrastro en 8.2%; algún otro familiar hombre (tíos, primos u hombres conocidos como los vecinos, los compadres, etc) en 55.1%; y el novio en 3.4%, según el informe.
“La violación sucede más en la casa por la privacidad y el continuo roce que hay entre la víctima y el victimario. Por ello, le resulta fácil abusar al padrastro, a los primos, a los amigos. Es una cuestión cultural que se preste a que sea por los parientes cercanos», dice Felipe de Jesús Garibay Valle, presidente de la Academia de Derecho Procesal Penal de Estudios Jurídicos de la Universidad de Guadalajara (UdeG).
En caso de la violencia sexual de pareja, las formas más comunes fueron: a través de presión verbal para forzar relaciones sexuales en 84%; el uso de la fuerza para tener relaciones sexuales (54%) y obligar a la mujer a tener relaciones sexuales cuando otros ven u oyen (6%), según el informe de Ipas.
Otros actos de violencia sexual suceden comunmente en las escuelas, donde los maestros abusan de sus alumnas; o en el trabajo, donde los jefes o compañeros abusan de sus compañeras; o en situaciones de vulnerabilidad, como el caso de las mujeres migrantes, que son violadas en el camino o donde las circunstancias las obligan a realizar actos sexuales a cambio de comida, dinero, alojamiento, transporte y protección, indica el Informe Nacional sobre la Violencia y la Salud en México.
El 39.7% de las mujeres de 15 y más años ha sufrido alguna agresión pública de carácter sexual, que puede ir desde insultos hasta violaciones. De estas mujeres, 92.4% sufrió intimidaciones y 41.9% abuso sexual según la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2006 (ENDIREH).
La violación en términos legales
Las historias de violencia sexual empiezan a manifestarse desde los piropos, por el acoso en espacios públicos, en el transporte público y culminan en violaciones, indica Navarrete, abogado especializado en género, democracia y derechos humanos.
Hay claras diferencias entre la violación, la agresión sexual y el acoso sexual, explica Felipe de Jesús Garibay Valle, presidente de la Academia de Derecho Procesal Penal de Estudios Jurídicos de la UdeG.
Una violación es «cuando hay introducción del miembro viril o con un objeto similar en la vagina o el ano, o en alguno de los orificios del cuerpo humano», dice Garibay, especialista en derecho penal.
La agresión sexual es cuando el individuo no sólo insinúa, sino que tiene contacto con la víctima, «por ejemplo, cuando tocan el glúteo o el seno de una mujer en el camión o trata de tocarla contra la voluntad de ella», dice Garibay.
El acoso sexual se refiere a las señas, insinuaciones, amenazas, invitaciones, palabras sexuales o piropos agresivos que usa el victimario para forzar a la persona al acercamiento sexual, afirma el maestro universitario.
La víctima puede denunciar estos hechos en el Ministerio Público para establecer una averiguación penal en contra de la o las personas que incurrieron en la agresión, dice Garibay.
Para integrar una averiguación previa en caso de violación, hay que aportar declaraciones de testigos, pruebas médicas y estudios de laboratorio para comprobar si hay líquido seminal en la vagina, dice el experto.
En el caso de agresión sexual, hay que mostrar los moretes, arañazos o la evidencia de que hubo contacto físico. Para acusar por acoso sexual se piden pruebas y testigos.
«El problema es que se denuncia muy poco, porque es muy penoso para la mujer tener que ir a relatar hechos que le avergüenzan. Además es muy baja la aplicación de la ley, porque la investigación lleva tiempo, lo que le da oportunidad al agresor de esconderse o escapar de la justicia», dice Garibay.
Las diferencias en las entidades
Los códigos penales de las 32 entidades de México tipifican la violación sexual, dice Pablo Navarrete Gutiérrez, coordinador de asuntos jurídicos del Inmujeres. «El problema es la falta de estadísticas que den cuenta de las víctimas y agresores. La invisibilidad trae mayor impunidad. Lo que sí sabemos es que hay entidades federativas con mayor incidencia de abuso sexual como Quintana Roo, Chihuahua, Tabasco, Baja California, Morelos y Estado de México».
«Lo común es responsabilizar a las víctimas de su suerte. Hay una especie de justificación social e institucional que avala que fue culpa de ellas, por su forma de vestir, o por los lugares donde suele desarrollarse», detalla Navarrete, quien también laboró en la Comisión de Derechos Humanos de la Procuraduría de Jalisco.
Una de cada cuatro personas encuestadas en 2003 dijo que las mujeres son violadas porque provocan a los hombres, según la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres, citada por Inmujeres.
Pablo Navarrete dice que hay incongruencias legales. «En 11 estados varía la pena cuando se comete la violación con el miembro viril o con algún objeto diferente al miembro viril. Por ejemplo, en Baja California si la violación fue con el miembro viril la pena es de 10 a 15 años, pero si fue con un objeto va de 8 a 10 años, cuando sabemos que es la misma afectación al cuerpo, la dignidad y a la psicología de la víctima».
Los mayores penas para la violación las establecen el Estado de México, que dicta de 40 a 70 años de prisión. En Quintana Roo las penas son de 30 a 50 años y en Morelos y de 20 a 25 años.
En tanto, las menores condenas son dictadas en Coahuila y Durango, que sancionan con entre 3 y 8 años de prisión, y en Zacatecas, de 4 a 10 años.
En Coahuila para quien comete violación sexual la pena es de 14 a 21 años en prisión, pero si es homicidio va de 7 a 16 años. «A quien conoce esta disposición, le resulta menos grave matar a su víctima».