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La forma de tomar decisiones dice mucho sobre su felicidad

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Hace unas semanas, fui testigo de una pequeña riña marital cuando mi hermana y su esposo intentaban ponerle nombre a su nuevo cachorro, un labrador.

Rachel había pasado horas navegando en Internet en busca de ideas y encuestando a familiares y amigos. Días más tarde, tenía decenas de candidatos para el nombre: Valentino, Fonzie, Holden, Simba, Brandy Junior y Olivia Newton John.

Finalmente, su esposo, J.J., la interrumpió: “Pongámosle Jimmy nomás”.

Los investigadores en piscología han estudiado cómo la gente toma decisiones y concluyeron que hay dos estilos básicos. A los “maximizadores” les gusta tomarse su tiempo y sopesar una amplia gama de opciones —algunas veces todas las posibilidades existentes— antes de elegir. Los “satisfactores” prefieren ser rápidos que minuciosos; elegir rápidamente la opción que cubre lo mínimo necesario.

“Los maximizadores son personas que quieren lo mejor de lo mejor. Los satisfactores son personas que quieren lo suficientemente bueno”, expresa Barry Schwartz, profesor de psicología en el Swarthmore College en Pensilvania y autor de The Paradox of Choice (algo así como La paradoja de elegir).

Schwartz ha desarrollado una prueba de 13 niveles para evaluar cómo las personas llegan a las decisiones que toman. Cada afirmación se califica en una escala del 1 (estoy totalmente en desacuerdo) a 7 (estoy totalmente de acuerdo). Entre más alta calificación obtenga, es más maximizador.

La mayoría de la gente se encuentra en la mitad. Una persona puede maximizar en algunas decisiones y satisfacerse con otras.

En un estudio publicado en 2006 en la revista académica Psychological Science, Schwartz y sus colegas siguieron a 548 estudiantes universitarios de último año en busca de empleo en 11 escuelas por un periodo de ocho meses hasta el momento de su graduación.

Hallaron que los maximizadores obtuvieron mejores empleos. Sus salarios iniciales eran, en promedio, 20% más altos que los de los satisfactores, pero estaban menos satisfechos con sus empleos.

“El maximizador se jala los pelos porque no puede evaluar todas las opciones y dado el momento simplemente tuvo que elegir algo”, dice Schwartz. “Los maximizadores toman buenas decisiones y terminan sintiéndose mal por estas. Los satisfactores toman buenas decisiones y terminan sintiéndose bien”.

Schwartz dice que no encontró nada que indicara que los maximizadores o los satisfactores toman malas decisiones más a menudo.

Los satisfactores también tienen estándares altos, pero son más felices que los maximizadores, afirma. Los maximizadores tienden a estar más deprimidos y a expresar menos satisfacción con su vida, halló su investigación.

Entre más edad tenga, menos propenso será a ser un maximizador, lo cual explica por qué los estudios muestran que la gente crece en felicidad a medida que avanza en años.

“Una de las cosas que te enseña la vida es que lo ‘suficientemente bueno’ casi siempre es suficientemente bueno”, dice Schwartz. “Uno aprende que puede obtener satisfacción de resultados perfectamente maravillosos, aunque no sean perfectos”.

Schwarz dice que halló que los hombres no son ni más ni menos propensos que las mujeres a ser ya sea satisfactores o maximizadores. No ha investigado si la gente tiende a elegir parejas que tomen decisiones de manera similar u opuesta, o cómo toman decisiones con una pareja.

Las personas con estilos opuestos podrían tener más éxito juntas ya que se equilibran entre sí, teoriza. Los estándares serán altos, pero se tomarán decisiones. “Si ambos son maximizadores, ninguno de los dos será capaz de renunciar a sus estándares”, apunta Schwartz.

David Gerzof Richard toma decisiones rápidas y decisivas. A su esposa, Brooke, le gusta investigar todas las opciones. Los esposos, que viven en el estado de Massachusetts, dicen que no aprendieron a tomar a decisiones juntos hasta después de un evento en la etapa inicial de su matrimonio que describen como “el auto”.

Richard, de 39 años, profesor de marketing y ejecutivo de relaciones públicas, decidió que la pareja necesitaba cambiar su auto. Pasó varios días investigando camionetas todoterreno, encontró una buena oferta para una Audi Q5 y firmó el contrato de arrendamiento, sin contarle a su esposa.

“Sabía que si la incluía en la decisión, nos tardaríamos demasiado tiempo, y perderíamos la oferta”, anota. “Por eso presioné el botón”.

Brooke no estaba contenta cuando le contó. Ante su insistencia, la pareja pasó el fin de semana probando cinco vehículos más.

“Estaba irritada porque aunque era un auto muy lindo, seguía siendo una decisión grande, y un auto compartido que ambos usaríamos en el futuro cuando tuviéramos hijos”, dice Brooke, una diseñadora de muebles de 36 años.

La pareja se quedó con la Q5 —Brooke estuvo de acuerdo de que seguía siendo la mejor oferta— pero ambos aprendieron algo sobre cómo sus estilos de toma de decisiones podrían complementarse. “Yo digo: ‘Hagámoslo’ y ella dice: ‘Tranquilo’”, dice Richard.

“Su manera de decidir hace que podamos hacer las cosas más rápido y no perder oportunidades”, dice Richard. “Y mi estilo garantiza que verdaderamente no nos olvidemos de considerar lo que es importante”.

En la mayoría de los casos, la persona que esté más interesada en el resultado debería elegir, apunta Schwartz. Aunque eso no quiere decir que hay que dejar que el maximizador decida siempre.

Si el maximizador se encuentra paralizado con su indecisión, podría ser mejor que el satisfactor elija, anota el investigador. Muchas parejas opuestas descubren que es útil dejar que la persona con los estándares más altos decida, para evitar que el satisfactor elija algo que no cumple con los estándares del maximizador.

De cualquier forma, las parejas deberían conversar sobre la decisión y reducir juntos las posibilidades.

“Una vez que ha disminuido la lista desde su punto de vista, qué importa si su cónyuge extremadamente perfeccionista elige?”, anota Schwartz.

En cuanto al cachorrito, mi sobrino de 6 años podría haber resuelto el duelo: “¡Que se llame ‘El Rayo McQueen’!”

 

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